Loochkartt en Cali


El paraíso y el infierno
Por Miguel González
Aunque Ángel Loochkartt (Barranquilla, 1933), es uno de los artistas colombianos más reconocidos de su generación, resulta extraño que nunca haya realizado una exhibición individual de sus trabajos en Cali. Si bien obras suyas se pudieron apreciar en la primera y cuarta edición de la Bienal Americana de Artes Gráficas que se llevaron a cabo en el Museo.de Arte Moderno La Tertulia, en los años de 1972 y 1981 respectivamente. En esta misma institución se incluyó una pieza de su autoría dentro de la muestra de arte erótico celebrada en el 2002.
Loochkartt pertenece al grupo de artistas colombianos neofigurativos expresionistas de los años sesentas del siglo pasado que irrumpieron con gran ímpetu en el arte nacional, inaugurando un lenguaje directo, literario, neo-romántico y visceral. Hicieron que el hombre y sus pasiones ocuparan el centro del protagonismo y que la figuración alterada y convulsa fuera el vínculo para hablar de violencia física y moral, al tiempo que la sexualidad se convirtiera igualmente en un objetivo a tener en cuenta.
A esa generación de creadores colombianos pertenecen Pedro Alcántara, Luis Caballero, Leonel Góngora, Norman Mejía, un conjunto aguerrido de individualidades que estremeció la escena nacional revelando la condición humana en sus más extremos comportamientos. Si bien la narración física de las representaciones tenía como objetivo producir poderosas alegorías en torno a conflictos con la religión, la sexualidad, la muerte y la supervivencia, todo el proyecto de estos protagonistas iba encaminado a generar propuestas de redención y reivindicación de la tolerancia y la diversidad.
Como muchos de sus compañeros de actitud Ángel Loochkartt ha construido su propuesta armando series que le han facilitado hacer variaciones sobre temas específicos, algunos de esos son La Pepita (1963), La Sibila (1973), Los Congos (1977), Los Travestis (1977), Pinturas Eróticas (1979), Paisajes de Villa de Leyva (1981), Los Ángeles (1981), Los Ampones (1982), hasta conjuntos más recientes que incluye Las Amadoras de Bolívar, Retratos, Ángeles Musicales o Bajo la Piel de la Tierra, todo desde su lente exultante, ultra gestual, pletórico de color y con una pasión irrestricta por el cromatismo y el diseño de formas distorsionadas.
El paraíso y el infierno son para Ángel Loochkartt un mismo escenario de reflexión y de acción. Su pintura coexiste en ese conflicto con el cual ha podido construir el lenguaje que lo ha acompañado a lo largo de medio siglo de producción incesante.

.