La pintura como libertad

Loochkartt: intuición evolutiva
Por Samuel Montealegre
Entre las constantes formales de la obra de Ángel Loochkartt emergen la materia densa y la pincelada libre, que aplica con frecuencia a manera de torbellino –lo cual ocurre aún cuando diluye la pasta pictórica–. Las imágenes surgen de los ritmos de los trazos y un dibujo a base de grafismo ayuda a definirlas. Además, la composición asimétrica sobre ejes diagonales refuerza el sentido de movimiento: es vida, devenir.
Se trata de una obra figurativa inte­rrumpida sólo por una breve experiencia abstracta entre 1960 y 1962. Siguiendo el recorrido del artista vemos que se configura una especie de cadena cuyos eslabones están constituidos por series temáticas, entre las cuales: La pepita (I 963), La Sibila (1973), Los Congos (1977), Los Travestis (1977), Las pinturas eróticas (I 979), Los paisajes de Villa de Leyva (198 I ), Los ángeles (1981), Los Hampones (1982).
Algunos títulos indican claramente las preferencias del pintor por aquello que vive al margen del buen comportamiento. Es más, Pepita enfatiza el grotesco mundano; o sea, desde el interior del mismo mundo burgués, el artista relieva fascinado la ruptura de sus reglas.
Las características hasta ahora anotadas nos obligan a meditar sobre lo que Loochkartt propone y cuyo núcleo central, en sentido ideológico, está conformado por un anarquismo individualista: él defiende con tenacidad cuanto es libertad, y al transgredir le otorga, para compensar la represión social, un espacio a través del arte.
Decir que estamos ante un neo-expresionista es repetir de modo mecánico una clasificación. La pintura de Ángel Loochkartt se enlaza en realidad con el barroco latinoame­ricano** y deriva estímulos de lo popular (el barroco, asimismo, tomó de lo popular y posteriormente injertó en él elementos propios) y del folclor colombiano. En el último caso basta mencionar lo is evidente, Los Congos, comparsa del Carnaval de Barranquilla, su ciudad.
Pero más conexiones temáticas y lingüísticas, son vivencias: en nuestro barroco se producen desacomplejadas fusiones culturales, en lo popular emerge la frescura del sentir y en cierto folclor la sexualidad se vuelve provocante sensualidad. Elementos que son el mismo Loochkartt.
En Europa la anarquía encuentra desde 1916, y por algunos años, la máxima expresión artística en el movi­miento Dada, en el cual la provocación es el arma más certera. Es necesario considerar que la espontaneidad del objeto dadaísta está compensado por una fuerte estructura ideativa y que sólo de tal modo combate con eficacia. En años recientes esta actitud ha querido ser adoptada, sin causticidad, enfatizando más en la forma.
En cambio la anarquía que artísticamente propone Loochkartt no consiste en retrogresión al Dada con el ready made y el desplante, sino en una pintura que combate el prejuicio con contrapuntos cromáticos: en amplias zonas de colores fríos (azules, verdes, tierras...) vibran pinceladas de colores cálidos (rojos, amarillos, anaranjados...)
y, a veces, hay centellas de luz pura (blanco).Temas, composición, color, modo de aplicación de la pintura, dibujo... afirman el derecho de ser.
Firme en sus enunciados y en su evolución intrínseca, la labor de Loochkartt se gesta y consolida al margen del reclamismo; de pronto el acontecer artístico internacional pone de moda la neofiguración expresionista, que coincide con su obra, y este viraje hace que se fijen en ella.
Lo exacto es aproximarse a la pintura de Angel Loochkartt interro­gándose a fondo sobre cuanto ésta anticipa cierto gusto y evaluar en qué grado tal presencia, más que las modas, pone las bases para determinarlo. Se nos presenta entonces la oportunidad de reflexionar sobre la evolución individual, la del contexto propio y la del cosmopolita. Confrontándolas logramos deducir y reafirmar que en algunos casos, independientemente del apoyo social y de la situación geográfica, la intuición evolutiva del artista actúa con mayor rapidez marcando el ritmo.


Obra de Ángel Loochkartt en