Las estrellas de la noche

Libertad y equilibrio
Por
Fernando Guinard
Loochkartt ha tenido el privilegio de beber en la fuente de la eterna juventud y lo demuestra con sus pinturas de los últimos años donde la fuerza expresiva y erótica se reproduce como una tormenta tropical. Nunca ha sentado sus posaderas en los sofás apoltronados del arte oficial, siempre ha sido invitado a exponer su trabajo y él atento a cualquier guiño que implique un amor estético, ha viajado por medio mundo y ha mostrado paisajes, bodegones y personajes místicos y mundanos. A los personajes les succiona las energías ocultas y plasma el espíritu erótico de sus objetos del deseo: los cuerpos desnudos. Uno de los grandes de la nueva figuración, De Kooning, a quien Loochkartt admira con mucha devoción, descubrió las formas flotantes y deformes que acompañan su pintura, cuando observaba a los buscadores de moluscos que introducían sus cuerpos en la resaca y se deformaban flotantes con sus respectivas sombras sobre la espuma del mar. Loochkartt, el marinero, percibió que la energía y los fantasmas del mar podían capturarse en la expresión pictórica. Una vez terminados sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad del Atlántico, con el patrocinio y complicidad de José Ángel, su padre, acólito de sus sueños, se embarcó hacia Europa en el Marco Polo. Cuatro veces, en diferentes períodos de su eterna juventud, ha realizado el viaje de retorno, acompañado de la calma y la furia de Poseidón cuando abraza las olas y se transforma en tormenta tropical. Loochkartt, el pintor, insuflado por esta energía, se convierte en tormenta pictórica y en ola gigantesca que lanza y estrella sus personajes contra las miradas de los amantes estéticos. Las formas artísticas expresionistas son intensas, no pueden ser gratuitas porque se convertirían en una mezquindad. La obra de un artista, su estilo, surge de una tensión, es su vida interior expresada en formas tan naturales como el aroma de un amor. Loochkartt es un artista expresionista por excelencia. El expresionismo es una concepción del mundo y cobija innumerables tendencias. En la obra El grito, del noruego Eduardo Münch, se muestra el esquema de un rostro horrorizado frente a la violencia imperante en el entorno. El desencanto y la sexualidad son los temas recurrentes en la obra de los expresionistas alemanes Otto Dix, Jorge Grosz y Max Beckmann, y en la de los vieneses Oscar Kokoshka y Egon Schielle. Las formas expresionistas de Loochkartt, abstractas y figurativas, cuando son pintadas alla prima, se caracterizan por las deformaciones con pinceladas rápidas y sueltas que captan, sin bocetación ni premeditación alguna y con una gran potencia expresiva, una emoción, un movimiento, una mirada o un gesto. La mano del artista reacciona en función de innumerables automatismos adquiridos por la práctica. Son formas orgásmicas. Cuando no trabaja alla prima, la pincelada es más calmada, la tensión es menor, el resultado es como el del mar en calma, como el de un cuerpo exhausto que sólo espera una mirada, una caricia, o un beso tierno para encender el fuego interno. La mirada del artista crea nuevas vidas. Si el terreno es árido aparece como un dios salvador con su pincel mágico que abona la tierra estéril y hace que todo germine de una forma diferente.
Como buen noctámbulo, Loochkartt avanza por las profundidades de la noche y llena sus lienzos de estrellas mundanas que exhiben sus rostros mutantes y su espíritu andrógino. Loochkartt, felino y ave de presa, divisa a sus víctimas con mirada certera, las captura, les extrae el espíritu, para que vivan por sí mismas en la superficie del lienzo. Los travestis y las Prostis son series reiterativas del espíritu nocturno con su carga de erotismo, sufrimiento, maldad y bondad. Los travestis son ángeles andróginos de dos metros de estatura, encaramados en tacones de veinte centímetros de altura, senos de modelo, caderas estrechas y pipís de quinceañeros. Son «mujeres» que viven y sienten su feminidad, desean a los hombres para extraerles las últimas gotas de sudor y hombría. Son muchos los que aman a los habitantes de la noche. Como Loochkartt, el gran poeta mexicano, Jaime Sabines, también exalta a las estrellas de la noche cuando les dice: Das el placer y nada pides a cambio sino unas monedas miserables. No exiges ser amada, respetada, atendida, ni imitas a las esposas con los lloriqueos, las reconvenciones y los celos... Recibes en tu seno a los pecadores, escuchas las palabras y los sueños, sonríes y besas... Anticipas tu precio, te enseñas; no discriminas a los viejos, a los criminales, a los tontos, a los de otro color; alivias a los impotentes, estimulas a los tímidos, complaces a los hartos, encuentras las fórmulas de los desencantados... Eres la confidente del borracho, el refugio del perseguido, el lecho que no tiene reposo. Eres la libertad y el equilibrio; no sujetas ni detienes a nadie, no sometes a los recuerdos y a la espera. Oh puta amiga, amante, amada, te canonizo a un lado de los hipócritas y los perversos, te doy todo mi dinero, te corono como hojas de yerba y me dispongo a aprender de ti todo el tiempo.